¿Algunas vez te has preguntado que, a pesar de todos los avances en los últimos años, todavía seguimos creyendo en ideas de generaciones anteriores?
Fíjate en tu alrededor. Cometemos los mismos errores. Actuamos de la misma manera. Pensamos igual a pesar de la época de cambio en la que nos encontramos.
Y, sin embargo, no somos conscientes de que a veces es necesario un gran cambio si no queremos permanecer estancados en la realidad actual en la que vivimos.
Todavía seguimos creyendo que buscar una vida corriente es sinónimo de estabilidad, tener un buen sueldo cada mes es tener libertad para hacer lo que queramos e hipotecarse es el precio que hay que pagar por querer construir nuestra vida y una familia.
Estamos sufriendo un proceso de degeneración de valores en nuestra sociedad
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Para mí, todos estos pensamientos están desfasados. Y es cierto que esta forma de pensar también sea debido a que tengo 20 años y muchas de estas cuestiones no me han ocurrido directamente, pero lo que nadie me puede negar es que en cierto modo estamos en la situación que estamos por tener pensamientos equivocados y llevar acciones de acuerdo a los mismos.
Hoy quiero hablarte sobre el fracaso. Sobre el riesgo y la búsqueda de la estabilidad. Y, por supuesto, sobre el concepto que más me motiva en los últimos meses: el éxito.
Vivimos con un constante miedo al fracaso
“Tras meses inundado por la ilusión, acabo cerrando el proyecto que le abriría las puertas de la felicidad. La presión de su alrededor le había hecho ceder. El miedo al fracaso era demasiado fuerte como para seguir en el camino. Lo peor de todo fue cerrar un proyecto que ni siquiera había empezado.”
Fallar es algo corriente en nuestro día a día. Seguramente todos fallamos unas cuantas veces desde que nos levantamos hasta que volvemos a la cama.
Pero hay un fallo al que tenemos especial pánico: aquel que desemboca en fracaso. Aquel que involucra a grandes proyectos de nuestra vida o que tiene en cuenta grandes decisiones. Sin más, en mi propio caso:
- He invertido mucho tiempo y dinero en algunas ideas para mi blog que nunca han llegado a funcionar por algo tan simple como no preocuparme de ejecutarlas de forma correcta.
- He tomado algunas decisiones absurdas que me en ocasiones me han alejado de ciertas personas.
- He fallado en un par de proyectos online que comenzaron con una buena idea y acabaron prácticamente al mismo empezar. Recuerdo que algunos fueron con micronichos para tratar de obtener algo de rentabilidad con ellos. Después de tenerlo todo en mente y comenzar a soltar el dinero en herramientas y preparativos, nunca llegaron a arrancar.
- Y, casi con total certeza, quizás me haya equivocado de carrera universitaria. No es que me disguste la vida del ingeniero o los contenidos de la carrera, pero a día de hoy no sería compatible con el estilo de vida que quiero llevar.
Tememos que un fallo pueda desembocar en fracaso
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Lo que quiero decirte con estos ejemplos personales es que todos fallamos en más de una ocasión, y es el miedo al qué dirán lo que en la gran mayoría de ocasiones nos impide levantarnos tras una caída.
Siempre que nos enfrentamos a un gran cambio nos rodeamos del miedo. En ese sentido es como una capa protectora que nos impide salir de nuestra zona de confort.
Visualizamos el futuro y lo primero que vemos de todo es la parte negativa. Tendemos a ponernos en el peor de los casos y lo sobrevaloramos como si la vida fuese en ello.
Nos enfrentamos a un examen con el miedo a suspender y no con la intención de ser el mejor de la clase.
A la hora de cambiar nuestro trabajo valoramos más el hecho de quedarnos en la ruina que el poder construir o trabajar en (o para) un negocio que nos permita tener una mayor calidad de vida.
Y, en el momento de tomar decisiones personales, siempre predomina el pensamiento del abandono por encima de las nuevas experiencias de las que puedas aprender.
El fracaso siempre ha estado y siempre va a estar presente en nuestras vidas. Es algo totalmente natural. Antes de lanzarte al vacío piensa en todo aquello que puedes ganar como contrapartida de lo que puedes ver. Valora siempre lo que tienes, pero también lo que puedes conseguir.
Pero ante todo, siempre prepárate para triunfar.
La estabilidad ha dado lugar al desequilibrio
Soy una persona bastante planificadora. Pero, por suerte, siempre en el corto plazo. Nunca planificar nada más allá de los objetivos de la semana siguiente. Si el simple hecho de tener que planificar es algo que me agobia, saber que podría tener una vida totalmente monótona y en un trabajo de lo más repetitivo es algo que verdaderamente me asusta.
La estabilidad es el enemigo público número uno del progreso.
Si nadie hubiera cambiado una vida tranquila por lanzarse al vacío seguramente gran parte de los inventos que tenemos en nuestro día a día no hubieran ni surgido.
Si nadie hubiera cambiado una vida monótona de estudiante por lanzar un negocio seguramente no hubieran surgido en los últimos años las empresas más revolucionarias del momento.
Y si tú no te decides a moverte, me atrevería a decirte que estarás pasando toda tu vida trabajando como un autómata para poder lograr la libertad cuando te jubiles. Quizás, cuando ya sea tarde.
No esperes retrasar tu libertad hasta jubilarte
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A la gran mayoría de nosotros nos han inculcado los valores de comprar una casa, formar una familia y tener un trabajo estable y con un buen sueldo.
Sin ir más lejos, hace un par de años era mi forma de pensar. Y siendo totalmente sincero conmigo mismo, dos eran los motivos por los que me decidí a entrar a Ingeniería Industrial: diseñar un coche de competición (era mi sueño desde pequeño) y, por si acaso no funcionaba, tener una carrera con bastantes salidas.
Con el tiempo he pasado a comprender que en una vida estable, al igual que las salidas de una carrera, todo lo que sucede es demasiado relativo.
Hipotecar una vida
“Después de unos meses de negociaciones con el banco, por fin pudo disfrutar de lo que llevaba unos años persiguiendo y sus seres más cercanos casi le obligaban a poseerlo. Desde ese instante dejo de ser consciente de sus acciones para ser prisionero de sus gastos. Su ático recién comprado y su coche de alta gama no eran más que las riendas a una vida hipotecada a 30 años.”
Nos hicieron creer que una casa donde vivir es la mejor inversión que puedes hacer. Y, siendo sincero, es una verdad como un templo que no me plantearé a discutir a ninguna persona que la defienda.
Todos necesitamos una casa. Un techo donde refugiarnos. Y junto a ella, otra serie de must-have que nos ha hecho creer la sociedad como un coche o un viaje al Caribe cada verano.
Hipotecar tu vida es perder el derecho a tu libertad
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El gran problema viene cuando no somos conscientes de lo que tenemos y nos dejamos llevar por las viejas ideas de la estabilidad. Y, en este sentido, es cuando la responsabilidad financiera cae en el olvido.
Cuando te dejas llevarme por la ilusión de construir tu propio refugio anti-inestabilidad no eres consciente de que firmar una hipoteca a 30 años es sinónimo de pasar prácticamente el resto de tu vida encadenado a un préstamo que, el día de mañana, no tienes la certeza de si podrás o no pagar.
Al final, no queda otra que aceptar que las viejas ideas de comprar una casa, casarse y tener hijos siguen estando demasiado presentes incluso en tiempos donde nuestra economía no lo permite.
Siguen estando presentes hasta el momento que estalla la burbuja. Ahí es donde acaba la gran mentira, para muchos de nosotros, de la estabilidad.
La burbuja estalló y, en ese momento, dejó de tener sentido la estabilidad
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La falsa percepción del éxito
Hace años tenía una visión equivocada el éxito. Creía que vestir con traje y maletín de marca y acudir a trabajar a una multinacional en un coche de gama alta era sinónimo de éxito. Al igual que yo tenía esta forma de concebir el éxito, estoy seguro que muchas personas a día de hoy piensan igual.
Lejos de la realidad, trabajar en un trabajo que seguramente no te llene y bajo jornadas laborales interminables dista mucho de tener éxito. Siguiendo esta premisa lo único que buscamos es dinero, y eso es algo totalmente indudable y que a nadie se puede juzgar por quererlo. Al fin y al cabo, todos necesitamos dinero.
Lo que quiero decir con todo lo anterior es que el éxito se ha transformado en algo material en la gran mayoría de los casos y, de ser así, estamos cayendo en una falsa percepción del mismo.
Nos cuesta ver que el concepto de éxito es totalmente relativo y es completamente imposible en función de variables como el dinero o las apariciones en televisión.
Para mí, aquella persona que es capaz de influir de manera positiva en un determinado grupo de personas y que mide sus progresos en términos relativos en función de lo que quiere alcanzar posee un mayor éxito que aquel que ha conseguido que aquel empresario que trabaja 12 horas al día por tener un sueldo más que decente y una fama dentro de su sector.
Aún así, como bien he dicho, el éxito es demasiado relativo. Algo que todos perseguimos pero que nadie sabe muy bien cómo alcanzar. Quizás porque una persona competitiva siempre ve en el éxito una forma de superación.
Todavía muchos siguen viviendo en el rebaño
El concepto de rebaño es algo que quizás a muchos les pueda sonar despectivo, pero es algo totalmente utilizable en nuestro día a día y que ya fue adquirido por muchos filósofos de otras épocas como Friedrich Nietzsche.
La realidad actual, es que, a pesar de los cambios generacionales, todavía seguimos en el pensamiento de pertenecer a grupos concretos de la sociedad que pertenecen todos a un grupo mayor.
Y no vamos a negar que existen personas que están cómodas viviendo en él: poseen un trabajo estable y una viviendo a punto de terminar de pagar, pero no por seguir este ejemplo vamos a alcanzar una situación similar.
Pero la realidad actual es que estos conceptos de estabilidad en el rebaño han quedado totalmente descatalogados ante una crisis. Ahora resalta aquel que es diferente, o aquel que explota las características del mercado mejor que cualquier otro de su sector.
Antes he dicho que el éxito es completamente relativo, pero para mí es sinónimo de que solamente es posible acercarse a él cuando eres capaz de apostar por algo diferente a lo que hace la gran mayoría.
Y tú, ¿qué opinas de la degeneración de valores que está sufriendo la actual generación? ¿Crees que durante años nos hemos dejado llevar por ideas equivocadas y ello nos ha llevado a volver a caer en los mismos errores?
¿Cuál es tu visión del éxito!
¡Espero tus comentarios!
Photo Credit | Flickr
La falsa percepción del éxito o cómo nuestra generación sigue basada en valores inviables ha sido publicado originalmente en Alejandro Caballero. Puedes seguirme también en Twitter, Facebook y Google+.